El volante
A pesar del título no voy a hablar aquí de esos engendros ciberelectrorrobóticos en los que se han convertido los mandos de dirección de los monoplazas (eso será sin duda materia de otro post mas extenso) ahora quiero relatar una anécdota que tuvo lugar durante la Expo92 de Sevilla y protagonizada por mi mismo.
¿Recordáis los vehículos que se exponían en diferentes pabellones del recinto? Así a bote pronto me vienen a la memoria el Bugatti y el Celica de Carlos Sainz (pabellón de Mónaco), el brutal McLaren-TAG de Alain Prost 87 (Castilla-La Mancha) y el mas moderno McLaren-Honda 1992 de Ayrton Senna (Tierras del Jerez), Aunque este último resultó ser un verdadero timo ya que se trataba tan solo de un carenado auténtico montado sobre un chasis de madera, por supuesto sin motor y cuya columna de dirección parecía (¿era?) un palo de fregona. Gran decepción, al menos para los que llegamos a darnos cuenta claro, porque el resto tan felices ahí clavando la uña en el neumático slick al pasar.
Aunque las auténticas joyas automovilísticas de la muestra se encontraban (como no podía ser de otra forma) en el interior del pabellón de Italia, allí podíamos admirar el impresionante, majestuoso y superlativo Ferrari 365 GTB/4 Daytona uno de mis coches favoritos de todos los tiempos y sobre el que descargué un par de carretes de 12 en aquellos oscuros tiempos sin cámaras digitales.
El otro vehículo reseñable de aquel pabellón era un Minardi Fórmula 1 de un par de años atrás y que se encontraba (al igual que el Daytona) dentro de una urna de cristal, ese fue el primer dato que me hizo sospechar del McLaren de Jerez ¿como era posible que un Minardi caducado estuviera tan protegido y todo un McLaren del año en curso se exhibiera tan alegremente al alcance de la mano de todo el que pasara por allí?
Llegado a esta conclusión ni que decir tiene que me afané por captar el Minardi desde todos los ángulos posibles, en un momento dado se me ocurrió subirme a una de las escaleras que permitían acceder a la sala y desde esa posición elevada y a través de un tragaluz entreabierto pude comprobar que el volante se encontraba desmontado y dejado despreocupadamente sobre el asiento junto con un sobre sellado en la República de San Marino y que al parecer contenía el permiso de exportación del vehículo.
Desde ese momento aquel volante se convirtió en una obsesión, tenía que ser mío, debía trazar un plan para hacerme con el cuanto antes.
La urna que guardaba el coche no estaba cerrada por la parte de arriba no obstante la altura de la pared acristalada era suficiente como para descartar la operación “salta la verja almonteño”, estaba claro que si lo intentaba por las bravas lo único que iba a conseguir era acabar fichado en la garita de seguridad mas próxima, la solución tenía que ser algo mas sutil.
Volví a subir a la escalera y... BINGO!!, desde el mencionado tragaluz se podía acceder al asiento del coche, tan solo había que idear un artilugio con el que enganchar el volante y salvando una altura de unos tres metros izarlo a través del tragaluz.
No entraré en los detalles técnicos del “invento” que ingenié para tal cometido, tan solo os diré que por aquel entonces ya había decidido que mi verdadera vocación era el diseño y que aquello fue una auténtica obra maestra que aun hoy se utiliza como ejemplo de diseño simple y funcional en las principales escuelas de ingeniería del mundo.
Por cierto, el día que fui a por el volante habían cerrado el tragaluz para nunca mas abrirlo...
¿Recordáis los vehículos que se exponían en diferentes pabellones del recinto? Así a bote pronto me vienen a la memoria el Bugatti y el Celica de Carlos Sainz (pabellón de Mónaco), el brutal McLaren-TAG de Alain Prost 87 (Castilla-La Mancha) y el mas moderno McLaren-Honda 1992 de Ayrton Senna (Tierras del Jerez), Aunque este último resultó ser un verdadero timo ya que se trataba tan solo de un carenado auténtico montado sobre un chasis de madera, por supuesto sin motor y cuya columna de dirección parecía (¿era?) un palo de fregona. Gran decepción, al menos para los que llegamos a darnos cuenta claro, porque el resto tan felices ahí clavando la uña en el neumático slick al pasar.
Aunque las auténticas joyas automovilísticas de la muestra se encontraban (como no podía ser de otra forma) en el interior del pabellón de Italia, allí podíamos admirar el impresionante, majestuoso y superlativo Ferrari 365 GTB/4 Daytona uno de mis coches favoritos de todos los tiempos y sobre el que descargué un par de carretes de 12 en aquellos oscuros tiempos sin cámaras digitales.
El otro vehículo reseñable de aquel pabellón era un Minardi Fórmula 1 de un par de años atrás y que se encontraba (al igual que el Daytona) dentro de una urna de cristal, ese fue el primer dato que me hizo sospechar del McLaren de Jerez ¿como era posible que un Minardi caducado estuviera tan protegido y todo un McLaren del año en curso se exhibiera tan alegremente al alcance de la mano de todo el que pasara por allí?
Llegado a esta conclusión ni que decir tiene que me afané por captar el Minardi desde todos los ángulos posibles, en un momento dado se me ocurrió subirme a una de las escaleras que permitían acceder a la sala y desde esa posición elevada y a través de un tragaluz entreabierto pude comprobar que el volante se encontraba desmontado y dejado despreocupadamente sobre el asiento junto con un sobre sellado en la República de San Marino y que al parecer contenía el permiso de exportación del vehículo.
Desde ese momento aquel volante se convirtió en una obsesión, tenía que ser mío, debía trazar un plan para hacerme con el cuanto antes.
La urna que guardaba el coche no estaba cerrada por la parte de arriba no obstante la altura de la pared acristalada era suficiente como para descartar la operación “salta la verja almonteño”, estaba claro que si lo intentaba por las bravas lo único que iba a conseguir era acabar fichado en la garita de seguridad mas próxima, la solución tenía que ser algo mas sutil.
Volví a subir a la escalera y... BINGO!!, desde el mencionado tragaluz se podía acceder al asiento del coche, tan solo había que idear un artilugio con el que enganchar el volante y salvando una altura de unos tres metros izarlo a través del tragaluz.
No entraré en los detalles técnicos del “invento” que ingenié para tal cometido, tan solo os diré que por aquel entonces ya había decidido que mi verdadera vocación era el diseño y que aquello fue una auténtica obra maestra que aun hoy se utiliza como ejemplo de diseño simple y funcional en las principales escuelas de ingeniería del mundo.
Por cierto, el día que fui a por el volante habían cerrado el tragaluz para nunca mas abrirlo...
3 comentarios:
Por Dios, con forme lo iba leyendo me creí que al final lo conseguiste y que nos lo tenías guardado como un secreto hasta el día de hoy que iba a ser revelado. Una pena, pero ¿no crees que te hubiesen pillado metiendo tu "invento" por el agujero?
Por cierto, yo me vi la Expo de punta a cabo, todos los días estaba allí pero no recuerdo ese coche. Si que recuerdo el de Carlos Sainz y el McLaren. La verdad que por aquel entonces tenía 11 años...
Magnífica la fotografía del artículo.
Luis Perez Sala con el Minardi, creo recordar que el de la Expo era el de su compañero Pierluigi Martini con el número 23.
Pues si tío me quedé sin volante, y tambien lo intenté con el McLaren ¿Como crees que descubrí que la dirección era un palo de fregona?
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